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«Ahora hay futuro», dice Silverio Shimpiu al mirar los paneles solares recién instalados en su comunidad Juyukamentsa, ubicada en el cantón Taisha, provincia de Morona Santiago. Su frase resume una transformación silenciosa: donde antes faltaba energía estable, hoy llegan luz e internet y, con ellas, nuevas rutas de desarrollo. Ese avance dialoga directamente con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 9 de Naciones Unidas. En su meta 9.c, el ODS exige «un acceso universal y asequible a internet en los países menos adelantados». Ecuador ha aceptado el desafío, pero la brecha digital aún condiciona el destino de millones.
El INEC estima que 69,7 % de los hogares urbanos dispone de conexión, frente a 44,4% en las zonas rurales. La diferencia de 25,3 puntos no es un dato abstracto; marca el acceso a clases virtuales, telesalud y comercio electrónico. Para reducirla, el Estado y varios aliados internacionales han desplegado programas de amplio alcance:
• Familia Digital (2020-2023) distribuyó 70 942 tabletas y activó 44 833 planes de datos en hogares rurales y periurbanos.
• La red Puntos del Encuentro reconvirtió 903 infocentros, suma 6,7 millones de visitas y ha capacitado a 440 277 personas en habilidades digitales.
• La expansión de la cobertura 4G añadió 3,19 millones de usuarios y enlazó 853 parroquias rurales, tres de cada cuatro en el país.
• Desde 2008, un programa de telemedicina conecta Morona Santiago, Pastaza y Napo; con casi USD 850 000 de inversión evita trayectos de un día para consultas básicas.
Infraestructura sin capital humano, sin embargo, no garantiza inclusión. Según la UNESCO apenas 40% del profesorado rural ha recibido formación digital específica, lo que convierte muchas tabletas en simples pantallas apagadas. Además, buena parte de las plataformas educativas carece de contenidos en lenguas indígenas y referentes productivos, de modo que la pertinencia cultural sigue pendiente.
La agricultura inteligente prueba lo que ocurre cuando la tecnología conversa con la realidad local. Con apoyo de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), más de 800 productores participaron en talleres virtuales y recibieron 400 sensores de humedad, drones y estaciones climáticas. Ajustar el riego con datos y detectar plagas a tiempo elevó la productividad sin comprometer el suelo.
Experiencias vecinas demuestran que la brecha se puede cerrar con velocidad. Colombia redujo la diferencia urbano-rural a quince puntos en una década gracias a fibra óptica, créditos blandos y redes comunitarias. Perú llevó micro-ondas a 4 700 localidades andinas y sumó aulas móviles para capacitar docentes. El patrón es claro: voluntad política, financiamiento sostenido y formación ciudadana funcionan mejor juntos que por separado.
Si Ecuador mantiene el ritmo actual, un avance medio de 1,5 puntos al año, necesitará cerca de seis años para igualar el acceso rural al urbano. Pero la variable decisiva ya no es el cable, sino el conocimiento que viaja por él. Cada antena recién levantada debe ir acompañada de formación; cada dispositivo entregado, de contenidos adaptados; cada comunidad conectada, de métricas de impacto real. Solo así la frase de Silverio podrá multiplicarse en miles de voces que declaren con la misma convicción: «Ahora hay futuro».
Fuentes: INEC 2023; Ministerio de Telecomunicaciones; FAO 2024; UNESCO
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