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UIDE Loja, 27 de agosto. ¿La sostenibilidad es una realidad o solo marketing? Hoy, el término “sostenibilidad” se repite en campañas políticas y empresariales como una etiqueta que muchas veces se reduce a un “sello verde”, pero detrás de ese discurso existe poca evidencia real. El Acuerdo de París (2015) planteó frenar el aumento de la temperatura global en 1,5 °C, pero casi diez años después seguimos muy cerca de alcanzar ese límite y avanzamos hacia los 2 °C, lo que demuestra que los compromisos no se están cumpliendo. La Agenda 2030 de la ONU advierte que debemos reducir emisiones y enfrentar la desigualdad, sin embargo, en Ecuador seguimos atrapados en el consumo desmedido, la improvisación y la falta de planificación.
En lo urbano, la contradicción es clara. La OMS recomienda entre 9 y 15 m² de áreas verdes por habitante, pero mientras las cifras oficiales hablan de 13,01 m², el INEC en 2012 registró apenas 4,69 m². Aunque no existen estadísticas recientes, la percepción ciudadana confirma que esta situación no ha mejorado de manera significativa. Esta brecha refleja un falso urbanismo sostenible: ciudades que carecen de planificación, con alto consumo energético y vulnerables al Fenómeno de El Niño y a desastres naturales ocasionados por construir en zonas de riesgo.
En la construcción ocurre algo similar. Materiales promocionados como “eco amigables” esconden procesos industriales altamente contaminantes. Este fenómeno, conocido como greenwashing, no es sostenibilidad: es mercadeo disfrazado de compromiso social.
A estos problemas se suma la inseguridad urbana, que ha transformado nuestro modo de habitar. Las casas que antes se abrían al espacio público hoy se amurallan y se llenan de cámaras. En varias ciudades proliferan urbanizaciones cerradas con guardianía privada, lo que refuerza la segregación socioespacial, destruye el sentido de barrio y limita la interacción comunitaria. Vivir “seguro” se ha convertido en vivir encerrado, en un modelo excluyente que contradice cualquier visión de sostenibilidad social.
La verdadera sostenibilidad implica planificación urbana responsable, liderada por profesionales y no por intereses políticos o comerciales. Significa fomentar la economía circular, priorizar el consumo local, reducir la huella ecológica y garantizar espacios públicos seguros e inclusivos. También exige políticas públicas firmes que regulen el uso del suelo y promuevan resiliencia frente al cambio climático, así como acciones ciudadanas conscientes: ahorrar energía, reciclar, caminar más, usar transporte público y exigir transparencia a empresas y autoridades.
Ecuador necesita dejar atrás los eslóganes y comprometerse con una sostenibilidad tangible. El futuro no se construye con sellos verdes ni con urbanizaciones amuralladas, sino con ciudades seguras, resilientes y humanas, capaces de garantizar un hábitat digno para las próximas generaciones. Recuerdo que los niños podíamos jugar en las calles sin miedo.

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